Mucho se ha hablado del concepto de la reinvención en esta temporada de cuarentena, donde encerrados hasta lo físicamente posible hemos podido dar con la transformación de los nuevos horarios de trabajo, de tener el computador como una extensión del cuerpo y aún sin entender qué será nuestro futuro.
El peor sentimiento: la incertidumbre, ha aparecido cada vez más fuerte. ¡Claro! La incertidumbre es espantosa, es un vacío desconocido por el cual uno prefiere nunca navegar, porque nos enseñaron a depender de esas decisiones esenciales de terceros desde nuestra conformidad, dedicando nuestros esfuerzos por construir lo que el imaginario colectivo nos habían enseñado.
Hoy nuestras casas se habitan diferentes, los viajes los vemos cada vez más lejanos y socializar mucho más… Ese sentimiento que nos permitía contar nuestros logros, nuestras compras, nuestras elecciones para ser aprobadas es el golpe más duro que sintió el ser humano.
¡Así es, nos dimos cuenta de que éramos más humanos!
Desde la intimidad misma nos encontramos llenos de desasosiego y melancolía para darnos cuenta de que nuestro presente y nuestro futuro depende de nosotros.
Así mismo le tocó nuestras empresas.
Siempre hemos sido creativos para levantar y mantener nuestro sueño depositado en un equipo e instalaciones llamados “Nuestro bebe” Jejeje (nuestras empresas), nosotros las parimos, las vimos crecer, notamos como mucha gente que nos generaba confianza se acercaba y se quedaba en ella construyendo así una familia que hacemos llamar trabajadores.
Y nos encontramos con esta debacle, para muchos de nosotros se redujo el flujo de caja y el desespero nos empezó a invadir cada centímetro de nuestro cuerpo y lamentablemente no teníamos a quien culpar. No fue por estrategias de mercadeo, ni por decisiones gerenciales o por un error en el gráfico, ¡señores! Lamentablemente no tenemos a quien culpar.
Allí en ese momento inicia la catarsis. Ese momento donde la empresa deja de ser ese ideal del colectivo urbano para volverse humana, para mirarse en el espejo y darse cuenta de que ese bebé que tanto cuido es uno mismo.
A pesar de esperar ayudas del gobierno y del banco que juegan con una incertidumbre mayor, esperando que el dinero prestado ayude a contrarrestar la crisis económica que vivimos, de tener reuniones con los empleados donde lloras, donde explicas el desespero, pero compartes todos los sueños y expectativas es que descubres en sus miradas que tienen los mismos sueños colectivos.
Ellos se convierte parte de la empresa, del viaje entre aguas calmas o turbias y descubres que ellos que no abandonan el barco, si no que le ayudan a aferrar el mástil, salen lloviendo a soportar las velas y luego con una linterna prendida bajo cubierta cantamos con esperanza que la tormenta finalice.
Así es ¡Esa empresa que veo al frente del espejo soy yo!
Mi empresa es humana, ese es el valor más importante de ella, los que la sostenemos, la queremos, la abrazamos y descubrimos que el futuro de ella depende netamente de nosotros.
Santiago Dussán López
CEO ESTUDIO DUSSÁN